Como otros grandes inventos hay disparidad de opiniones sobre quien fue realmente el primero en tener la de embolsar té en bolsitas individuales listas para la infusión y aunque la mayoría de voces atribuyen la genialidad a Thomas Sullivan, un comerciantes de té de Nueva York, otras aseguran que la idea ya la habían tenido unos pocos años antes Roberta Lawson y Mary McLaren de Melwaukee, que en 1903 registraron la patente de su bolsa de algodón, de malla abierta, doblada por la mitad y cosida en los laterales, a las cual se le podían introducir algunas hojas de té para infusionar luego en agua caliente.
Sin embargo, Lawson y McLaren, fuera por la razón que fuera nunca lograron llevar su invento al mercado y fue Thomas Sullivan unos años después quien si conseguiría toda su atención sobre sus bolsitas.
EL TRIUNFO DE LA COMODIDAD Y PRACTICIDAD
Sullivan importaba té para vender en Estados Unidos y haciendo uso de su ingenio y un marketing muy primitivo, pensó en enviar a sus clientes muestras de su producto para que lo pudieran probar. Para ello utilizaba uno pequeños saquitos de muselina seda, que incluso para sorpresa del propio Sullivan, algunos de sus clientes empezaron a sumergir directamente en el agua caliente al estilo de lo que hacían con los infusores metálicos para el té. De este modo les resultaba mucho más cómodo y práctico y a Sullivan le empezaron a llover los pedidos, tantos que paso de vender té a granel a hacerlo embolsado en monodosis.
Con el negocio viento en popa, Sullivan pronto se dio cuenta que la seda no era el material ideal para conseguir una infusión óptima, pues resultaba demasiado fina, además de cara y fue así que en poco tiempo empezó a fabricar sus bolsitas con gasa.
El invento cruzó el Atlántico y en 1929 se presentó la primera máquina de embalaje de bolsitas de té, inventada por Adolf Rambold para la empresa alemana Teekane, fundada en 1882 por Rudolf Anders y Eugen Nissle a quienes se les considera los primeros comerciantes en vender té en latas y tés ya mezclados de alta calidad, además de impulsores de la mecanización de la confección de las bolsitas de té (Actualmente, la empresa familiar sigue siendo una de las empresas líderes mundiales en la producción de bolsitas de té, con una tirada de más de 7,5 mil millones de bolsitas de té anuales).
Este entusiasmo de Anders y Nissle, sin embargo, no quiere decir que las bolsitas de té triunfaban ya en toda Europa cuando pidieron a Rambold una máquina para fabricarlas, pues en países tradicionalmente consumidores de esta infusión, el invento de las bolsitas tardó mucho más en cuajar.
Nos referimos, claro está a Inglaterra, donde el estallido de la Segunda Guerra Mundial provocó problemas importantes de abastecimiento de materias primas y no fue hasta la década de los 1950 cuando las bolsitas de té empezaron por fin a popularizarse en la sociedad británica, eso sí, muy lentamente (a principios de los 1960 solo un 3% del té británico se producía en bolsitas, hoy en día ronda el 96%).
INGENIO AL SERVICIO DE LA PERFECCIÓN
Mientras muchos comerciantes de té seguían experimentando con diferentes materiales con el objetivo puesto en crear la bolsita perfecta para sus tés. El siguiente gran hito en este recorrido hacia el perfeccionamiento de los saquitos fueron las populares bolsitas de fibra de papel selladas con calor, a las que luego les agregaron una pequeña cuerda y una etiqueta para poderlas retirar con ma- yor facilidad e identificar la variedad y la marca.
El papel de las bolsitas de té es parecido al que se utiliza para fabricar los filtros de café. Se hace con una mezcla de madera y fibras vegetales, blanqueadas con pulpa de abacá, un pequeño árbol que se produce por su fibra, principalment en las Filipina y Ecuador. Este papel es sellable térmicamente y ha sido precisamente el afán de los fabricantes por reducir la cantidad de adhesivo usado para sellar el té en su interior lo que ha dado lugar a los más nuevos y recientes diseños de bolsitas de té.
En 1992 se introdujeron al mercado los saquitos de té redondos y en 1996, los piramidales, dos propuestas que reducen la cantidad de adhesivo usado en su confección y que aportan nuevas ventajas a la preparación del té. En ambos casos, dejan que el té tenga más es- pacio para expandirse, lo que optimiza su infusión y liberación de sabores y aromas. Otra diferencia de estos nuevos formatos, básicamente de las pirámides es que admiten hojas más grandes – mayor superficie de infusión – y hasta frutos que consiguen nuevos sabores para la bebida.
Ha pasado más de un siglo desde la invención de las bolsitas de té y durante estos años algunos han intentado revolucionar la infusión de té. Hay quien ha fabricado cápsulas de té, otros han intentado des-evolucionar la infusión; y hay, también, puristas de las hojas sueltas al igual que hay entu- siastas del café de filtro. Pero las bolsitas de té siguen aquí, protagonizando millones de infusiones diarias y con mínimas modificaciones desde su invención