El turismo cafetero no es un fenómeno nuevo, cuanto menos en países como Costa Rica, Colombia o Brasil, por ejemplo. Sin embargo, las nuevas tendencias en cuanto a demanda del consumidor se refiere, están sentando las bases para un nuevo y renovado impulso a esta actividad. Los consumidores buscan experiencias únicas y auténticas, conectarse con el café y su cultura, y los productores y sus comunidades se esmeran para ofrecerles lo que buscan.

Colombia es uno de los orígenes del café por excelencia. Entre los aficionados a este producto, el nombre de este país se asocia a tazas de gran calidad, a cafés aromáticos y de sabor suave, cuerpo alto, acidez agradable, … Y si vamos un paso más allá, para los amantes de este producto, Colombia es, también, paisajes ca- feteros de gran belleza, con impresionantes cafetales de ladera y montaña, salpicados por pequeñas haciendas en las que el café marca el ritmo de las estaciones y de la vida en general.

De hecho, este es, tal cual, el “Paisaje Cultural Cafetero Colombiano” declarado patrimonio mundial de la humanidad por la UNESCO en junio de 2011 y, hoy día, uno de los activos más importantes de los caficultores de los departamentos de Caldas, Quindío, Risaralda y Valle del Cauca. Ellos han encontrado en el potencial turístico de este paisaje, nuevas y prometedoras oportunidades que ahora, además, se ven potenciadas gracias a la nueva demanda de los consumidores que quieren vivir experiencias únicas y auténti- cas que les permitan disfrutar plenamente del café.

“Convertir la finca en un centro turís- tico, es una actividad que se combina con la producción de cafés especiales. Los propietarios de estos lugares no solo aprovechan los beneficios económicos que les proporciona su empresa como unidad económica, sino que están aprovechando la cultura cafetera para ofrecer una experiencia diferente. Sus propuestas fomentan el uso de prácticas recreativas, culturales y naturales dirigidas a permitir un desarrollo turístico sostenible mediante el equilibrio de los aspectos ambientales, económicos y socioculturales de la región y garantizar, así, su sostenibilidad a largo plazo, buscando proporcionar iguales o superiores beneficios a las generaciones futuras”, explica Jaime Alberto Cuervo Agudelo, presidente de Comitur, Comité Turístico Agroindustrial Chinchiná de Caldas.

Esta organización se creó en el año 2016 fruto del empeño de varios productores de café de finca de Chinchiná, territorio cafetero por excelencia, y sede de una de las más grandes y sofisticadas procesadoras de café liofilizado del mundo. Desde el inició, la misión de Comitur ha sido desarrollar actividades económicas, empresariales, ambientales, culturales, económicas, sociales y profesionales encaminadas a fomentar la cadena productiva del Turismo en su ámbito territorial y siempre bajo el emblema del Paisaje Cultural Cafetero Colombiano.

EL VALOR ÚNICO DE UN TERRITORIO

“La Unesco establece que un paisaje cultural es el producto de las diferentes acciones y actividades del hombre, aprovechadas sobre un territorio definido, cuyo ambiente es dinámico y productivo y con una interrelación directa con los pobladores de dicho contexto geográfico y sociocultural que lo cuidan, conservan y protegen, y esto es, precisamente, la esencia de nuestro territorio”, apunta Cuervo, quien, además, añade, “nuestro modelo turístico en el Eje Cafetero ofrece el hospedaje en fincas de Chinchiná, en las que los huéspedes pueden aprender sobre la historia del café, visitar el cafetal y participar en recorridos que muestran cómo es todo el proceso de producción, recolección y transformación del grano en un producto terminado a punto para ser vendido”.

En el Paisaje Cultural Cafetero de Colombia, la incorporación de un territorio al supuesto turístico colectivo se ejecuta por medio de la transformación de sus recursos en productos, la instauración de atracciones y servicios turísticos, la implementación de estrategias de promoción y comercialización y la total implicación de todos los agentes que intervienen en el diseño de ese espacio. El objetivo de todo ello es asegurar la mejor experiencia a los visitantes, pero también, el mejor provecho para los caficultores.

“Nuestros socios se capacitan en la Escuela Nacional de la Calidad del Café para conocer realmente a qué sabe su café, cómo se prepara y qué atributos tiene. Esto les permite hablar de su producto a los turistas y ofrecerlo al comprador o exportador, entendiendo que el cultivo de café es un factor de rendimiento, lo que facilita, sin duda, una nueva actitud frente al producto y que los caficultores aprovechen, realmente, toda la capacidad productiva de sus fincas”, explica Jaime Alberto Cuervo.

UN PROYECTO DE TODOS

En este tipo de proyectos turísticos, la implicación directa y estrecha de los caficultores, además de la del resto de la comunidad, es la que marca la diferencia entre los proyectos con éxito y los que no logran avanzar.

“A partir del cultivo del café y de su comer- cialización se han afianzado un conjunto de tradiciones y manifestaciones que hoy son orgullo regional y nacional y forman parte de la oferta turística y cultural de nuestro territorio. Las fiestas y ferias de cada municipio, los nombres de locales y negocios que hacen honor a la actividad cafetera, las artesanías, la gastronomía, las figuras y objetos representativos como el arriero, la mula, el machete, el “yipao”, el vestuario típico o la arquitectura de influencia española que fue adaptada, apropiada y transformada a través del bahareque son hoy, más que nunca, una característica de identidad de este paisaje. No hay ningún lugar en el mundo donde el café y la cultura estén tan entrelaza- dos como en Colombia”, insiste con orgullo el presidente de Comitur.

De hecho, esta organización es una inmejorable muestra de esta apuesta por la implicación con el territorio como base del desarrollo del turismo cafetero local. Comitur tiene una tienda de cafés en Chinchiná, “Café al Parque” (distinguida como una de las ocho mejores de Caldas), donde sirven y venden el café de los miembros de su organización y que funciona, además, como local de reunión de visitantes y locales.

Además, la entidad actúa como embajadores del café de la zona en eventos internacionales y ha participado en acciones de promoción del café de Chinchiná tan mediáticas como el doble récord Guinness que consiguió la población por la taza más grande de café del mundo, con capacidad para 22.739 litros de café y por albergar la cata de café con mayor número de participantes. Para este logro los voluntarios debían entrar uno a uno a recoger tres tazas con diferentes tipos de café -una con café La Arábiga, aportado por la Fábrica de café Buen Café Liofilizado, otra con un café de la variedad Caturra, aportado por la Meseta, y la tercera con un café de la Variedad Castillo Naranjal gestionada por Comitur-, y esperar para consumirlas al mismo tiempo que el resto de participantes. El reparto de tazas llevó cerca de 2 horas que los catadores vo- luntarios llegados de diferentes partes de Caldas, esperaron pacientes, hasta alcanzar los 1.559 participantes, y con ello asegurarse sobrepasar el último récord que ostentaba Honduras con 789 personas cantando al mismo tiempo.

“Estos reconocimientos ayuda a fortalecer la identidad cafetera de la región, una cuestión clave cuando hablamos de producto pero también de turismo cafetero. El Eje Cafetero ha logrado un posi- cionamiento destacado en los últimos años, a punto de convertirse en el segundo des- tino turístico a nivel nacional después de la Costa Atlántica, especialmente en épocas de temporada alta. Y esto nos llena de orgullo pues es un logro directamente derivado de la interacción entre todos los agentes que intervienen en el diseño turístico del Eje, en general y de la oferta local, en particular. Es decir, un logro de las relaciones que se establecen entre los propietarios del suelo, los empresarios turísticos, los consumidores, los intermediarios y los agentes públicos de los diferentes niveles de la administración”, puntualiza el presidente de Comitur quien concluye, “Nuestra oferta se dirige a turistas que no son exigentes en la comodidad o el servicio, amantes de la naturaleza que prefieren caminar que desplazarse en auto, que disfrutan del paisaje, de la vista de un pájaro, de un colibrí, del cielo, que valoran el intercambio cultural con la gente y que buscan una experiencia y aprendizaje en el tema del café. Turistas dispuestos a obtener del producto una experiencia cultural, educativa y sensitiva, que abarca desde su proceso hasta la degustación”.